No se puede negar que los últimos años han sido muy difíciles. De hecho, hemos tenido que luchar contra una pandemia mundial que ha obligado a todo el mundo a quedarse en casa durante más de dos años. Después de llevar una vida cada vez más agitada, saltando del tren al taxi y al avión, intentando desesperadamente conciliar carrera, familia, amigos y aficiones en una perpetua carrera contra el tiempo, nos encontramos trabajando en pijama en nuestro salón. De repente, nos encontramos con que pasamos interminables días encerrados, sin poder salir, bien porque la ley lo exigía, bien porque teníamos un justificado gran miedo al virus. Hemos cambiado por completo nuestra relación con el entorno, donde hasta hace unos meses llegábamos a altas horas de la noche para comer algo y tirarnos en el sofá a ver alguna serie de televisión antes de hundirnos en el cansancio.
El entorno en el que vivimos ha cobrado una importancia antes infravalorada y nos hemos dado cuenta de lo mucho que apreciamos poder disfrutar del calor de nuestro propio hogar, un universo íntimo y acogedor que nos permite disfrutar de agradables momentos para compartir con los seres queridos, o simplemente para leer, descansar o cocinar.
Por eso no es de extrañar que en los últimos meses se haya producido una auténtica explosión de interés por la decoración de interiores y por cómo mejorar, quizá con poco dinero dada la situación económica mundial, el aspecto de la propia vivienda. Tradicionalmente, en Italia las paredes domésticas siempre se han decorado en blanco o con un solo color de pintura. Hoy en día, al tener que pasarse el día mirando a través de las paredes, está claro que algo tiene que cambiar si no queremos perder el sentido. Tenemos que replantearnos este enfoque y avanzar hacia algo más sustancial en términos de atmósfera y bienestar. El entorno que nos rodea desempeña un papel muy importante en nuestra salud psicológica: la falta de energía, el cansancio, el agotamiento, la falta de ganas de hacer y de estar motivado… todo ello puede ser el resultado de un entorno poco estimulante. Si has hojeado una revista de moda o has mirado las páginas de alguna de las muchas influencers en Instagram, te habrás dado cuenta de cómo el papel pintado se ha puesto cada vez más de moda en los últimos años. Basta con ver una de las muchas series de televisión que se ofrecen en Netflix, observar el interior de una casa de moda o de una boutique para darse cuenta de cómo los papeles pintados de diseño, a menudo diseñados por famosas casas de moda o jóvenes estilistas, están conquistando segmentos cada vez más amplios del mercado. Los papeles pintados para el salón son, de hecho, una solución muy sencilla y relativamente barata para cambiar el ambiente de una habitación, definiéndola según el gusto personal. A diferencia de la pintura, existen infinidad de motivos, materiales con sensación táctil, colores y efectos especiales que permiten especializar una habitación de una forma impensable con la simple pintura. Además de su función decorativa, el papel pintado tiene otras ventajas:
- puede crear un efecto óptico que puede ampliar o reducir una habitación
- puede «subir» o «bajar» las paredes
- ayuda a insonorizarlos
- mejora el aislamiento térmico de una habitación
- puede utilizarse para ocultar pequeñas imperfecciones de la pared
A la hora de pensar en un tapizado, hay que tener en cuenta el hecho de que va a permanecer en las paredes durante bastante tiempo y, por lo tanto, es importante tener en cuenta los materiales de los que está hecho. Basta con acudir a Internet para encontrar páginas y páginas de fabricantes extranjeros que ofrecen modelos a precios de ganga que, sin embargo, suelen estar hechos de materiales puramente plásticos o producidos con procesos de fabricación a veces perjudiciales para la salud.
Por eso es mejor gastar un poco más y orientarse hacia papeles pintados producidos según criterios precisos, con certificaciones que garanticen su sostenibilidad y la ausencia de productos tóxicos y perjudiciales para la salud. Dado que la ecología es un elemento que se tiene cada vez más en cuenta, también es posible elegir papeles pintados ecológicos, es decir, fabricados con materiales compostables. Éstos, como el lino, son de cultivo ecológico y, si se instalan con un pegamento ecológico, pueden tirarse al contenedor de compost una vez terminado su uso. Al cabo de unos meses, estos papeles pintados compostables vuelven al medio ambiente sin generar ningún residuo tóxico. Una gran manera de combinar el diseño con el respeto al mundo que nos rodea.